Tribuna

Una empresa tecnológica también puede ser sostenible

La RAE escoge cada año la considerada como “Palabra o Frase del año”. Este pasado 2022 fue “Inteligencia Artificial”, principalmente por su impacto cultural en la sociedad.

En 2023 tendríamos que, entre todos, abogar por la elección del término “Sostenibilidad” pero no solamente incluyéndolo en el imaginario social a base de mencionarlo en numerosas ocasiones, sino a través de acciones reales y efectivas.

Términos como tecnología, digitalización y sostenibilidad confluyen y caminan en una misma dirección. El paso de la pandemia ha demostrado que una correcta estrategia de transformación digital ha sido fundamental para paliar los principales efectos negativos de esta.

La tecnología ha sido la herramienta y el medio de supervivencia de multitud de negocios, desde aquellas compañías de restauración que se han apuntado al delivery (entrega) mediante el uso de una simple aplicación, hasta aquellas otras que han decidido mover sus cargas de trabajo a la nube. En definitiva, la tecnología se ha convertido en la primera línea de batalla frente a lo desconocido.

Por este motivo, las empresas, y especialmente las tecnológicas, tenemos un nuevo reto que asumir: la sostenibilidad, como una pata fundamental de nuestro modelo de negocio. El mundo camina a pasos agigantados hacia una sostenibilidad real. Las ciudades ya no son ciudades, sino smart cities, interconectadas y que favorecen la participación del ciudadano, así como la creación de las ya conocidas como Zonas de Bajas Emisiones (ZBE); el sector de la automoción vira hacia la hibridación de sus vehículos, mientras que los organismos internacionales y las instituciones supranacionales empiezan a legislar contra los vehículos altamente contaminantes; las empresas de multitud de sectores empiezan a desarrollar estrategias reales y efectivas para reducir la huella de carbono, etc.

Las empresas tecnológicas tenemos la responsabilidad, no solo de unirnos a esta ola sostenible, sino potenciarla con nuestros conocimientos.  Además, el sector TIC consumirá el 8 % de la electricidad mundial en 2030, frente al 2 % de 2020. Asimismo, si habláramos concretamente del almacenamiento de datos, este es responsable del 10-15 % del consumo energético de esos centros de datos.

Ahora bien ¿Qué podemos hacer las empresas tecnológicas al respecto? Lo primero es diseñar una hoja de ruta real, efectiva, alcanzable y medible.

5 áreas de actuación
  • Descarbonización, y concretamente en el sector del almacenamiento de datos. Instar y asesorar a los clientes en su migración a la nube. El almacenamiento cloud está diseñado para guardar datos de forma eficiente, consumir menos energía y reducir la huella de carbono asociada.
  • Energía. Las oficinas, instalaciones y edificios pertenecientes a la compañía sean sostenibles con el medio ambiente, mediante el uso de las energías renovables, tecnologías avanzadas de iluminación, etc.
  • Fabricación y la gestión de residuos. El objetivo principal debe ser minimizar la cantidad de material que enviamos a vertederos y centros de reciclaje. En una esfera largoplacista, el objetivo principal debería ser la eliminación total del uso de aquellos materiales no reciclables de nuestros envases. Las empresas tecnológicas, además, tenemos que adoptar un enfoque proactivo para gestionar los residuos electrónicos. De hecho, según el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA) a nivel global se producen cerca de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos cada año. En España, la cantidad de residuos electrónicos producidos anualmente es de más de un millón de toneladas. De este millón, 750.000 kilos podrían ser reciclados. A pesar de ello, sólo se recicla un tercio de los residuos generados.
  • Consumo de agua. Es fundamental modificar el uso que se hace de los sistemas de climatización. En lugar de utilizar enfriadores de agua, se pueden instalar unidades de refrigeración en los tejados de los edificios alimentadas por energía eólica.
  • Diseño de productos y servicios sostenibles. En el sector concreto del almacenamiento de datos es muy sencillo. Todo lo que hacemos de forma digital emite dióxido de carbono. El 68% de los datos de la mayoría de las compañías nunca se usará, con todo lo que eso supone para la emisión de carbono. En nuestro caso, debemos tener la capacidad de decirle a nuestros clientes qué datos deben usar y cuáles desechar, así como dónde almacenarlos: nube pública, privada, híbrida o centro de datos.

César Cernuda, presidente mundial de NetApp

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