Durante la primera etapa de Donald Trump como presidente de los EE.UU. ya desató un conflicto comercial sustancial con China
Muchos pensaron que Biden iba a reducir la presión arancelaria sobre la industria china. Justo ocurrió lo contrario al mantener e incluso ampliar los ‘castigos’ de carácter tarifario. Además, decretó medidas complementarias, sea por proteccionismo sea por motivos de seguridad nacional, relacionadas con la exportación de alta tecnología, en concreto microprocesadores – y la maquinaria para fabricarlos – que puedan ser utilizados con fines militares por Pekín.
Nadie se esperaba que la segunda administración Trump iba a cambiar este rumbo yendo por un camino más conciliador, a pesar de una buena primera toma de contacto con el presidente Xi Jinping hace poco.
Pero igualmente la sorpresa ha sido mayúscula al ver que el recién (re)estrenado presidente materializó hace pocos días sus amenazas de penalizar incluso a sus, teóricamente, mejores socios comerciales, Canadá y México, con fuertes aranceles generalizados de un 25 %, aunque con ‘tan solo’ un 10 % sobre los productos energéticos provenientes de su vecino del norte.
¿Qué motiva esta guerra comercial total que parece haber desatado Trump?
La motivación más sencilla es la misma que ya conocemos desde los primeros días de la primera presidencia Trump. Su eslogan ‘Make America Great Again!’ sigue siendo el leitmotiv del magnate, más combativo que nunca, reforzado por un contundente mandato popular. No es fácil adivinar las ventajas personales para Trump en este contexto, pero muchos intuyen que también las habrá.
No obstante, los motivos oficiales – obligar a Canadá y México a esforzarse más contra los flujos de fentanilo e inmigrantes a través de sus fronteras – son lo suficientemente claros, aunque también debatibles, sobre todo en el caso de Canadá. Adicionalmente, y de cierta forma en el mismo contexto, EE.UU. ha aumentado (no olvidemos que ya existen aranceles sustanciales desde hace varios años) la presión tarifaria sobre China con un incremento del 10% sobre los impuestos a la importación ya existentes.
¿Qué impacto tiene tanta artillería arancelaria?
El dólar canadiense y el peso mexicano se han resentido como era de esperar. Se prevé un considerable daño a los mercados de los ‘socios’ de EE.UU. en el tratado USMCA / T-MEC, un tratado que de facto se ha quedado en fuera de juego. Y será aún mayor si EE.UU. mantiene o incluso amplía los aranceles recién decretados, escenario perfectamente posible ya que apenas hemos iniciado la segunda era Trump.
La reacción de Canadá y México tampoco se ha hecho esperar, pero tendrá menor efecto principalmente porque EE.UU. se la esperaba y porque a Trump el temor a una subida de la inflación en su país no parece preocuparle excesivamente ¡Parece todo un juego de póker!
Trump y China
Más interesante será la reacción de Pekín, porque su potencial de retaliación es mucho más potente, aunque puede que se frene para evitar ser partícipe activo en esta guerra comercial total. Si no, lo más probable es que su reacción no sea de carácter arancelario, sino en forma de un amplio despliegue de controles a la exportación de minerales críticos, mercado que domina desde hace décadas y donde puede hacer mucho daño a la industria tecnológica y militar estadounidense. Pero China parece de momento no querer reaccionar a la campaña de ‘geo-bullying’ iniciada por Trump desde el pasado 20 de enero de 2025.
Mientras tanto, la Unión Europea contempla los recientes desarrollos geopolíticos y geoeconómicos desde la distancia
Pero – seamos honestos – con pocas esperanzas de quedar intacta. Con una guerra activa en territorio europeo, las dos economías principales del continente sustancialmente debilitadas y un fuerte debate sobre la necesidad de reforzar la innovación, la economía y la industria europea, siguiendo o no las sugerencias de Mario Draghi, la Comisión Europea tiene las manos llenas. Cuando Trump dispare su siguiente paquete de medidas en el contexto de su guerra comercial total ¿Cuál será el daño – casi inevitable – que sufrirá el Viejo Continente?