Los eufemismos son comunes en el lenguaje económico. Habitual es llamar recogida de beneficios a los descensos en las cotizaciones de las empresas en Bolsa o expedientes de regulación de empleo a los despidos masivos. El Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) ha dado una nueva vuelta de tuerca en el torticero léxico empresarial. Se dice que se reestructura el sector bancario español (cajas de ahorros) cuando se está procediendo a su liquidación, ordenada eso sí.
Y es que el FROB tuvo números rojos por valor de 10.577 millones de euros en 2011 y por otros 26.000 en 2012 y que dichas pérdidas nunca se van a recuperar. La alternativa era dejar caer a las cajas en quiebra. La factura hubiera sido entonces de 128.500 millones. Por lo que respecta a su balance, el FROB debe 51.314 millones mientras que sus activos solo valen 29.483 millones. ¿Cómo se ha podido llegar a semejante situación? ¿Errores de gestión o fraudes? ¿Torpezas o falsedades contables? ¿Ignorancia supina o manipulaciones para alterar el precio de las cosas?
¿Y qué ha sucedido con los gestores que han llevado a la ruina a BFA-Bankia, CatalunyaBanc, Banco de Valencia, Novagalicia, Ceiss (Caja España-Duero) y BMN? Los directivos responsables de tamaño agujero contable se han ido de rositas a sus retiros dorados con los bolsillos llenos de euros. Bajo sospecha se encuentran sus sueldos desorbitados y pensiones multimillonarias aprobadas en consejos y comisiones, con total normalidad y sin que reguladores ni controladores dieran la voz de alarma.
¿De qué orden y método estamos hablando, entonces? ¿De la salvaguarda del sistema financiero español? ¿O de los intereses particulares de bien remunerados directivos y consejeros independientes? Teoría de la Agencia en estado puro. 36.000 millones de los 52.000 que inyectó nuestro Gobierno el año pasado en las cajas nacionalizadas se han volatilizado. Ese dinero lo hemos puesto todos los españoles. Un dinero que nunca más vamos a volver a ver. Un dinero que se ha dilapidado.
El Estado es ahora es el mayor grupo bancario del país. Los que abogaban por una banca pública se encuentran ante su escenario soñado. ¿Las entidades nacionalizadas apostarán por una banca ética, que discrimine los préstamos concedidos en función de la rentabilidad económica pero también social? ¿Optarán por un modelo de gestión que flexibilice y humanice las relaciones con sus empleados en el competitivo mundo de los mercados financieros? ¿Racionalizarán horarios y funciones? ¿Volcarán su enorme stock de viviendas vacías en el mercado a favor desahuciados y desfavorecidos? ¿Sus multimillonarias gestoras de fondos invertirán siguiendo criterios socialmente responsables? Los empleados verían recompensada su fidelidad y su motivación se incrementaría. Lo mismo sucedería con su base de clientes que premiarían este tipo de comportamientos por encima de comisiones y remuneraciones de cuentas corrientes y depósitos a plazo fijo.
Juan Royo, director de culturaRSC.com