Hubo un tiempo en que los escépticos identificaban la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de una empresa con una actividad más o menos marginal, totalmente apartada del auténtico negocio. La propia realidad lleva tiempo desmintiéndoles. De hecho, desde hace un par de años sucede justo al revés. En el mundo de hoy, está condenada al fracaso cualquier conducta empresarial que no incluya un desarrollo ético pormenorizado hasta de las acciones en apariencia más intrascendentes.
La RSC ha ido ganando terreno, a la vez que evolucionaba hasta incorporarse a todas las actividades desarrolladas por una compañía. Es cierto que ha habido una creciente exigencia legislativa que ha impulsado los códigos de buenas prácticas empresariales. Con frecuencia, ese ha sido el espaldarazo determinante para que los constantes esfuerzos desplegados por los directores de Responsabilidad Corporativa se hayan materializado ente el actual y tan demandado cambio de paradigma.
En ese sentido, la entrada en vigor a comienzos de este año de la nueva Directiva europea sobre información no financiera y sobre diversidad, ha contribuido a que las buenas prácticas y el compromiso con la sostenibilidad dejen finalmente de ser un ente independiente dentro de las empresas, para convertirse en una piedra angular para el desarrollo del negocio.
En esta transición a punto de llegar felizmente a destino, encontramos un componente que viene a redefinir el nuevo modelo de RSC. Me refiero a que la Responsabilidad Social Corporativa está dejando paso a lo que ha dado en llamarse Conducta Empresarial Responsable (RBC, por el acrónimo inglés de Responsible Business Conduct).
Más allá del cambio de una consonante, la novedad ha sido mucho más profunda y sustancial. El nuevo término ha sido definido por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE. Aboga por la coordinación en torno a las buenas prácticas de las distintas iniciativas puestas en marcha hasta ahora por el sector público, el privado y la sociedad civil. Una coordinación que, podría decirse, es perfectamente extrapolable a las diversas actividades desarrolladas por una compañía, capaces de implicar, por tanto, a sus diferentes grupos de interés.
La necesidad de ser socialmente responsables apremia cada vez más, y a más sectores. Uno de los más destacados, sin duda, es el de la alimentación. En Calidad Pascual hemos apostado por este nuevo modelo a través de la incorporación de la ética y la responsabilidad en la gestión empresarial. Además, nos hemos propuesto potenciar el diálogo fluido con nuestros grupos de interés: consumidores, clientes, empleados, proveedores y accionistas. Todas estas acciones se recogen desde hace tres años en nuestro Plan Director de Creación de Valor Compartido 2020, lo que nos convierte en pioneros en cuanto a la aplicación de la gestión ética en nuestras decisiones corporativas.
En paralelo, el cuidado del medio ambiente se ha consolidado como uno de nuestros objetivos prioritarios, además de motor del desarrollo del negocio, con lo que ha pasado a impregnar la totalidad de líneas de actuación recogidas en nuestro Plan Horizonte 2020, en especial en todo lo referido a las prácticas y principios de la economía circular.
En definitiva, la irrupción de la RBC y su aplicación al ámbito empresarial tiende a alejarnos de los tintes filantrópicos con que antaño se solía identificar la RSC. No se trata ya de una actividad externa al negocio de la compañía, y sí de un proceso de integración y permeabilidad entre las prácticas responsables y la actividad empresarial del día a día.
Frente a ese nuevo y exigente paradigma, la labor de reportar las prácticas de sostenibilidad de las compañías ha dejado de ser un cometido exclusivo del director de Responsabilidad Corporativa. En la medida en que la exigencia de transparencia crece, cada vez se implica más en la búsqueda de soluciones a los Consejos de Administración y a los Comités de Dirección, y está bien que así sea. De ese modo conseguiremos agilizar lo que aún nos resta para completar el cambio de consonante que lleva de la RSC a la RBC.
En suma, cuanto más ética y consensuada sea la futura conducta empresarial de cada compañía, más cerca estaremos de asentar un verdadero canon de comportamiento corporativo responsable.
Francisco Hevia, Presidente de la Asociación Española de Directores de Responsabilidad Social (DIRSE) y Director de Responsabilidad Corporativa y Comunicación de Calidad Pascual