Frente a la corrupción hay que responder con transparencia y ética
Vivimos tiempos convulsos. La corrupción es una lacra que copa portadas de medios de comunicación compitiendo con los deportes por ver cuál de ellos logra el titular más llamativo. Un deporte que debería cohesionar a la sociedad y dar ejemplo moral de lucha, sacrificio, juego limpio y afán de superación. Un deporte en tela de juicio ante casos de dopaje que han convertido en ídolos de barro a los antaño héroes de nuestra sociedad.
El despilfarro generalizado con el que muchos de nuestros políticos han dilapidado el patrimonio nacional solo es comparable a las prácticas que han beneficiado –fuera de la libre competencia del mercado- a aquellos poderosos que luego han subcontratado a los débiles para realizar el trabajo que ellos eran incapaces de realizar. Los lobbies que en Estados Unidos se organizan de forma transparente para presionar en favor de determinados intereses, en España son opacos y torticeros.
Y es que la mujer del César no solo tiene que ser honrada
También parecerlo. Pompeya Sila, la mujer de Julio César, era la encargada de organizar en su casa los ritos de la Bona Dea, una liturgia en la que los hombres tenían estrictamente prohibida su participación. En el año 62 a. C. un lascivo joven llamado Publio Clodio Pulcro (con aviesas intenciones) fue descubierto disfrazado de mujer en la casa de Pompeya Sila. El escándalo fue mayúsculo. César admitió en público que creía en la inocencia de su mujer, lo que no evito que interpusiera la pertinaz demanda de divorcio que justificaría con su célebre máxima.
La reputación es el bien más preciado de una empresa, de una persona o de una institución. El prestigio se tarda mucho tiempo en lograr pero puede esfumarse instantáneamente por causas propias o ajenas, justas o injustas. La transparencia es la mejor garantía para la salvaguarda del honor. Pero la opinión o consideración en que se tiene a alguien o algo solo se sostendrá sobre la ética. Ya está bien de presumir de la picaresca española. Sin embargo, antes de la ética y antes de la transparencia, primero tiene que haber unas reglas y ser conocidas por todos. En el deporte, en la política, en la economía o en la escuela.
Juan Royo, director de culturaRSC.com