Este es el título del que, con mucha probabilidad, sea uno de los documentos de mayor impacto en la transición hacia una economía sostenible. El pasado 31 de enero el Grupo de expertos de alto nivel para las finanzas sostenibles (High Level Expert Group on Sustainable Finance, HLEG-SF) publicó su informe final con una serie de recomendaciones para la Comisión Europea sobre cómo movilizar recursos para una economía sostenible en Europa
Hasta aquí el enunciado. Pero, ¿qué papel tiene el sector financiero en este proceso? ¿Qué son “finanzas sostenibles”? ¿Qué tiene que ver la sostenibilidad con la actividad financiera? Pues mucho y en doble dirección:
- Por un lado los aspectos ambientales (y también los sociales y de buen gobierno) impactan sobre la actividad financiera porque introducen riesgos adicionales a las inversiones y créditos. Estos riesgos se pueden materializar en forma de multas (por daños ambientales), pérdida de valor de activos (por razones climatológicas), cambios en patrones de consumo (por cambios en la fiscalidad de determinados productos contaminantes, por ejemplo), cambios en la legislación, etc. En sentido contrario, los aspectos ambientales también presentan oportunidades de negocio tales como nuevos productos y servicios que dan respuesta al cambio tecnológico, nuevos patrones de consumo, etc.
- Por otro lado, el sector financiero tiene también un impacto determinante sobre el medio ambiente. De manera directa, sobre los consumos de electricidad, papel, etc. Y de manera indirecta, pero mucho más significativa, por lo que las entidades financieras deciden financiar y en qué condiciones. Las políticas crediticia y de inversiones determinan en gran parte el patrón industrial y económico de un mercado.
Una vez aclarado el rol que el sector financiero juega en la agenda de sostenibilidad, pasemos a medir la “dimensión” del asunto.
Desde los orígenes de la agenda sostenible se ha puesto “precio” a los costes del cambio climático: daños en infraestructuras, pérdida de cosechas y recursos naturales, enfermedades crónicas, etc. A partir sobre todo de la Cumbre de París en 2015, se ha empezado a “poner precio” a la transición. Se calculan que hasta 2050, serán necesarios entre 190 y 900 mil millones de dólares para financiar el cambio climático. ¿De dónde van a salir estos fondos? ¿Alguien cree que los recursos públicos serán suficientes para financiarlo? Si lo fueran, ¿a costa de qué? Y es aquí donde todas las miradas se giran hacia el sector financiero.
Ahora, ¿qué hay que hacer para movilizar recursos financieros en la dirección adecuada? La Comisión Europea convocó en 2016 a un grupo de expertos de alto nivel para que le presentara recomendaciones concretas y prácticas para ello: el ya comentado HLEG-SF. Si bien la composición del grupo recibió en su momento algunas críticas (pocos representantes de la banca minorista y, en nuestro caso, ningún español), lo cierto es que las recomendaciones publicadas han recibido el elogio casi unánime de la industria: por su valentía, por su amplitud de alcance, por su concreción. ¿Cuáles son estas recomendaciones?
El HLEG-SF presenta, en primer lugar, 8 recomendaciones clave que acompaña de otras de carácter más transversal, otras referidas al sector financiero y finalmente otras relativas a cuestiones más generales sobre sostenibilidad.
Centrémonos en las ocho recomendaciones clave y veamos qué alcance pueden tener
Una premisa que subyace en todo el documento y se manifiesta de manera explícita en una de las recomendaciones es la necesidad de “alargar” los plazos. La sostenibilidad despliega su potencial en el largo plazo y parece incongruente medir el desempeño de las inversiones, por ejemplo, por su rendimiento financiero a corto plazo y su desempeño extra financiero a más largo plazo. Esta “desalineación” de los plazos es una dificultad que encuentran los inversores y prestamistas a la hora de evaluar una operación: el largo plazo es clave para poder medir una buena gestión con un enfoque sostenible, pero tienen que presentar resultados trimestrales. ¿En qué quedamos?
Es por ello que el HLEG-SF recomienda extender los horizontes temporales, lo que desde el punto de vista de la rendición de cuentas puede tener, sin duda, un efecto catalizador dramático si esta recomendación se lleva a la práctica de manera literal. ¿Seguirán emitiéndose reportes trimestrales? ¿Se remunerará a los gestores por los resultados a corto plazo?
Otro grupo de (tres) recomendaciones tiene que ver con definir de manera clara y consistente las reglas del juego. Y esto implica, por un lado, introducir una taxonomía común para que todo el mundo entienda lo “verde” y lo “sostenible” de la misma manera, se puedan comparar datos y se dote de mayor transparencia al mercado. A esto se une la recomendación de definir estándares europeos oficiales (no más autorregulación en este ámbito), empezando por ejemplo por definir un estándar sobre bonos verdes.
Hasta ahora los Green Bonds Principles se utilizaban como guía voluntaria para denominar “verdes” los bonos que siguieran estos principios. Los emisores se referenciaban a estos principios de carácter voluntario para dar carácter de “legitimidad” al uso del término “verde” y disipar las reticencias en cuanto al “green washing” de sus intenciones….
El HLEG-SF recomienda ir más allá, salir del ámbito de la “autorregulación del sector” y dotar de credibilidad y mayor exigencia a productos o iniciativas que hasta ahora nadie certificaba de manera pública y oficial. Para ello propone la definición de un estándar europeo público sobre bonos verdes. Esto para empezar.
Estas dos recomendaciones se completan con una tercera que apela a una mayor información, reporte y divulgación en materia de riesgos asociados al cambio climático y oportunidades. En definitiva, aumentar la transparencia al mercado para que los diferentes stakeholders (clientes, inversores, analistas, reguladores, etc.) tengan una fotografía más completa de los riesgos y oportunidades de las posiciones que mantiene el sector financiero.
Esta recomendación va en la línea de facilitar información sobre las posiciones y, por tanto, los riesgos a los que determinada entidad financiera se expone en materia de cambio climático, además, por supuesto, de su posición en términos estrictamente financieros. Y después que los analistas e inversores actúen en consecuencia, pero con toda la información encima de la mesa.
El HLEG-SF también recomienda explícitamente la necesidad de “generar” mercado, con la creación de una entidad que denomina “Sustainable Infrastructure Europe”. Busca promover el desarrollo de infraestructuras sostenibles en Europa. Además, esta entidad generaría un conocimiento determinante sobre la financiación de estas nuevas infraestructuras. El efecto como “generardor” de mercado e indicador de la “dirección del movimiento” es innegable.
Complementa estas recomendaciones con dos más relativas a la gobernanza, tanto a nivel macro como a nivel micro (de las propias entidades financieras). Desde el punto de vista micro apela a la necesidad de elevar el conocimiento de los miembros de los consejos de administración en aspectos ASG y la consideración del largo plazo en el llamado “deber fiduciario”.
Es decir, que los órganos de gobierno de las entidades financieras o vehículos de inversión introduzcan la dimensión sostenibilidad como agente creador de valor. ¿Cómo determinar la contribución de una entidad financiera al desarrollo sostenible si sus directores no entienden este nuevo marco de actuación?
Esto se complementa con una recomendación específica para que los reguladores a nivel europeo introduzcan también la dimensión sostenibilidad en la normativa y supervisión de las entidades financieras.
De nada valdría todo lo anterior si la regulación “empujara” a las entidades financieras en otra dirección: fomentando los resultados a corto plazo, penalizando la inclusión de riesgos ambientales en la regulación prudencial, no considerando los riesgos ambientales en el mix de riesgos de la regulación prudencial, etc.
La Comisión Europea ya ha anunciado que asume estas recomendaciones para la redacción de su Hoja de Ruta en finanzas sostenibles que verá la luz en este primer semestre de 2018. ¿Estamos ante el principio de un cambio en la contribución del sector financiero a la sostenibilidad? ¿Sabrán los bancos aprovechar esta oportunidad para “reconciliarse” con la sociedad y desplegar todo su potencial como creadores de valor y riqueza? Los próximos años nos mostrarán las respuestas…
Inés García-Pintos Balbás, Head of CSR en Cecabank