Fernando Rivarés, activista cultural multidisciplinar
.- Fernando eres periodista… y activista ¿qué tiene que ver lo uno con lo otro?
Como ser economista y comiquero o médico y escritor. Dos facetas distintas que se complementan, se retroalimentan y, en mi caso, definen mi concepción del oficio y mi modo de practicarlo. Hace años que dedico todo mi trabajo como periodista o trabajador de la comunicación, que es un aspecto más amplio, al compromiso social y al cambio de visión y paradigma del mundo. Todo lo que entra por los ojos y los oídos viene mediatizado por un contexto socioeconómico, una cultura, un discurso predominante y oficial. Pretender dedicarse a la comunicación sin valorar eso te hace elegir el punto de vista más cómodo y oficial pero no el que trabaja sobre la realidad de la mayoría. La comunicación no es solo hacer de intermediario entre dos puertos o ideas sino interactuar en la nube, con todas las partes y en todos los aspectos y ponerlos a circular para generar otra visión. En Latinoamérica llaman voceros a los portavoces. Esa palabra me fascina porque eso es lo que se es a menudo en este oficio cuando se hace mal: portavoz de una realidad incuestionada pero muy cuestionable.
.- Desde tu tribuna en El Periódico de Aragón lanzas certeros dardos a diestro y siniestro. No dejas títere con cabeza…
No sé. Lo que hago es escribir críticamente sobre lo que veo y vivo o veo vivir, ponerle nombre, buscar responsables y proponer visiones distintas. Hago lo mismo en la radio, lo hice siempre, o en los proyectos culturales que emprendo o en los que me implico. Me sigue sorprendiendo que eso parezca radical. Toda opinión o visión del mundo cercana al poder, al de verdad, o poco critica o que asume el paradigma impuesto es tan radical como la contraria. Y muy peligrosa. Suele ser ajena a toda profundización y reflexión, suele aceptar lo visto como lo único posible y se olvida de toda perspectiva. Recuerda que la perspectiva es la ampliación de los puntos de vista, si tú te sitúas en uno, desprecias los demás. La perspectiva es enfocar más ampliamente, abrir el foco. Buscar las causas y las consecuencias. Me molesta la sumisión que supone creer que lo que hay es lo único que puede haber. La jibarización de la información y el pensamiento único, la banalización de las cosas, es el colchón más cómodo para el poder. Y para eso no se invento el periodismo. ¿Sabes qué porcentaje de la información diaria vertida en la mayoría de los medios es un simple resumen de un discurso, sin buscar la verdad ni otros puntos de vista, sin contextualizar? El periodismo de declaraciones no es periodismo. Y tenemos grandes periodistas sumidos en mediocres medios.
.- ¿Qué está peor: la economía o la sociedad?
Te cambio la pregunta por esta: ¿quién genera a quién y por qué? La macroeconomía pocas veces estuvo tan bien para los más ricos. Somos un país con un 20% más de ricos y con ricos más ricos y con un 25% de pobreza infantil según los cánones primermundistas y el índice Gini. La microeconomía habla de subsistencia, de corto plazo, de bolsa negra, de autoapoyo popular y familiar, y de consecuencias aún no vistas de los desmanes sociales provocados hoy. Los niños y niñas y los jóvenes que sufren hoy la pobreza de sus padres y graves problemas alimenticios y de educación, fácilmente serán personas adultas de pocas oportunidades. La desigualdad genera pobreza, desatención, problema sociales. El reparto de la riqueza tiene mayor incidencia sobre la salud que el dato absoluto de la riqueza media y agrava los males que no existen en un país más igualitario. En 2009, la antropóloga Kate Pickett y el economista Richard Wilkinson publicaron un trabajo llamado Spirit level en el que se demuestra que cuanto mayor es la desigualdad social, mayores y más graves son los problemas de salud más allá de la inversión. Y que son las políticas sociales y económicas destinadas a generar igualdad social, económica y cultural las que evitan colapsar los sistemas de salud y de servicios sociales que, por otra parte, son despreciados por las sociedades más clasistas y desiguales como la que España esta rediseñando en solo dos años. En español, el trabajo se publicó como Desigualdad: un análisis de la (in)felicidad colectiva (Turner, 2009) y demostró científicamente que la tensión y la angustia por vivir en una sociedad desigual provoca grandes problemas de salud pública. Lo que filósofos, activistas y observadores ya sabíamos. En el país de los autores, Gran Bretaña, la reforma sanitaria y económica de Margaret Thacher, profundizada ahora por Cameron, aún les mantiene en el nivel más alto de la UE de enfermedades mentales, embarazos adolescentes, población reclusa, pobreza y tasas de mortalidad. Estudia también con los mismos resultados, consumo de drogas, obesidad, niveles de violencia y bienestar infantil. Patologías sociales que no se curan en hospitales (que están abandonando) sino que se previenen con políticas igualitarias. Esas dañinas reformas son la inspiración del Gobierno y del FMI ahora y doctrina incuestionable en España. Solo mira los datos CIS o los informes de la Fundación Telefónica o del Observatorio de la Pobreza en España, o de UNICEF o de las Universidades públicas, o mejor, mira en la calle a tu alrededor. Y es verdad que los criterios económicos imperantes, que la mayoría comparte o deja imponer a la elite, son causa de valores sociales generalizados. Pero la sociedad avanza mediante la cultura, la educación, los valores democráticos y la igualdad, todo ello recortado a machetazos ahora mismo.
.- Dame tu receta para acabar con la corrupción.
En mi opinión es un asunto de valores, por supuesto, de principios, por supuesto, y de ideología, más por supuesto aún. Y de modelo socioeconómico. El nuestro solo funciona con grados de corrupcióngeneralizada en mayor o menor medida porque eso lo exige el principio del enriquecimiento, el de sálvese quien pueda y todos los valores que venimos heredando de nuestra historia, acrecentados en el franquismo y con los que no hemos roto. No son los políticos (algunos), son ellos (algunos) y las granes empresas, el modelo de captación de negocio como valor supremo, el modelo viejo de partidos viejos, el modelo cultural, la aceptación masiva de la corrupción ajena porque posibilita la propia mientras a todos nos toque algo, elno-valor de la cultura, y la ideología mayoritaria… Y ese clásico que aún comparto de preferir el ser o el tener y al que el modelo te incita. Se trata, entonces, supongo, de subvertir todos esos valores. Y eso exige un cambio radical de paradigma político y social, un cambio de estructura y un ataque al poder verdadero que no está en la política hoy sino en los dueños de las cosas a los que no podemos votar y que en la política neoliberal tiene a sus servidores. Y en la ficción democrática que ha ganado a la democracia real.
.- Y eres amigo de tus amigos. No dejas de promocionar a cuantos emprendedores conoces…
Eso es una apuesta vital, supongo. Hay mucha, mucha gente haciendo cosas estupendas desde otro punto de vista, creando, investigando, inventando…. lejos de esa falacia del emprendimiento económico como receta. Emprender no te saca de pobre. Emprender ideas colaborativas y con consecuencias positivas directas en la comunidad, si. Si el problema es colectivo, la solución no puede ser individual, eso solo cambia los papeles pero no termina con los problemas, los cronifica. Un periodista debe contar todo eso y hacer lo posible por aportar. Supongo que eso me convierte en activista con una visión de lo colectivo. Hay quien lo llama Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa pero yo creo que solo funciona si se aplica en todos los órdenes y desde una visión colectiva y de amplia perspectiva. Con perspectiva de género y social y ambiental. No desde un punto de vista sino desde una perspectiva colectiva.
.- ¿Cuál es tu relación con el mundo del teatro?
La de público enfervorecido y crítico. Amo el teatro. El teatro bien hecho, con pocos o muchos recursos materiales pero con oficio, me sigue pareciendo un lujoso y popular instrumento cultural, de reflexión y de placer, aunque sea para el dolor porque ante todo el teatro ha de provocarte algo. Tuve mi época actoral pero jamás he dejado de ser público. Y además he pasado tres años estupendos ocupándome de la comunicación del Teatro de la Estación de Zaragoza, una de las salas independientes contemporáneas de España más reconocidas y que surge a partir de su compañía residente, Tranvía Teatro. Las palabras medidas y bien dichas son una arma poderosísima. En Zaragoza y en Aragón hay grandes profesionales del teatro, grandes actores y actrices y directores y directoras de escena, resistentes incansables en el oficio desde hace muchísimos años pero que sufren una tremendamente mala e injusta política teatral, casi tan mala con los profesionales como con su público. Aunque casi debiera decir la no-política teatral porque muchas de las personas que han gestionado la cultura ni saben ni quieren ni escuchan. No existe un modelo teatral de gestión definido y apoyo al teatro ni a otras áreas de la cultura. Y el problema no es tanto la absoluta falta de dinero como el modelo de gestión y el uso de los recursos. Cuando me ha tocado o he optado por trabajar en este ámbito he vuelto a constatar el valor de sus profesionales y la inoperancia de la administración. Y ahora, además, el desastre del IVA. Hay que poner, entre otras cosas, los recursos en manos de los creadores y los artistas.
Entrevista: Juan Royo