Las empresas que descuidan a las partes interesadas suponen mayores riesgos para los inversores
Hemos escrito mucho sobre nuestro concepto de «karma corporativo», es decir, la idea de que lo que va, vuelve, en relación con la forma en que las empresas tratan a sus grupos de interés.
Está surgiendo un nuevo contrato social, especialmente en relación con el trato que los empresarios dan a sus empleados. Es posible que las empresas logren equilibrar las necesidades de todas las partes interesadas.
Cada vez más, las empresas se apoyan en sus grupos de interés. El karma corporativo es crucial para la rentabilidad de las inversiones.
Las empresas que cuidan de sus grupos de interés son menos propensas a sufrir conflictos como boicots de clientes, huelgas y paros, litigios, regulaciones, accidentes medioambientales o laborales. Esto implica un perfil de menor riesgo para una cartera.
Las controversias son difíciles de estudiar desde un punto de vista empírico porque episodios que acaparan titulares como el «dieselgate» de Volkswagen o el escándalo de esclavitud moderna de BooHoo en 2020 son, afortunadamente, bastante raros.
De 2007 a 2017 se produjeron hasta 80.000 incidentes de este tipo entre las empresas estadounidenses que cotizan en bolsa y se constata que existe una clara relación entre el número de incidentes del pasado y los futuros resultados financieros y bursátiles.
Una cartera de valores con un alto índice de incidentes ASG obtuvo menores beneficios y tuvo una rentabilidad inferior a la del mercado en general, en torno al 3,5 % anual, incluso teniendo en cuenta la exposición al sector y otros factores de riesgo.
Para los mercados europeos, una cartera similar habría tenido una rentabilidad anual un 2,5 % inferior: las controversias dan lugar a rentabilidades inferiores.
Incluso los incidentes relativamente menores pueden ser indicativos de controles internos ineficientes o de problemas con la cultura corporativa. Por lo tanto, es probable que las mismas empresas experimenten más eventos de este tipo en el futuro.
Nadie prevé nunca una controversia, por lo que los analistas tienden a sobrestimar el poder de los beneficios sostenibles de las empresas «propensas a los incidentes». Esto da lugar a revisiones negativas de los beneficios y a rentabilidades inferiores en el futuro.
Además, los analistas tienden a pasar por alto los incidentes menores, por lo que es más probable que los grandes les sorprendan.
Antes de que el vertido de Deepwater Horizon en 2010 destruyera el 50 % del valor de BP entre abril y finales de junio, ya acumulaba un largo historial de incidentes medioambientales y de seguridad. Hasta Deepwater Horizon, éstos no habían tenido un impacto material en el precio de las acciones.
Aunque los incidentes sigan siendo pequeños, con el tiempo pueden minar la reputación de una empresa y la confianza de sus clientes, trabajadores e inversores.
Los mercados no son eficientes a la hora de valorar los factores ASG
A pesar del creciente interés por la ISR, los mercados financieros siguen sin valorar correctamente la información ASG, sobre todo cuando no hay una implicación clara en los beneficios a corto plazo. Según la «teoría de la atención limitada», los inversores tienen más facilidad para absorber información destacada y fácilmente procesable.
Además, hay una relación mucho más fuerte entre los incidentes y la evolución de las calificaciones ASG de terceros, que agregan cientos de puntos de datos en una sola puntuación o calificación.
Esto demuestra el valor de hacer nuestros propios deberes. Tenemos que averiguar lo que los datos históricos y los incidentes pueden decirnos sobre la cultura o los controles de una empresa, en lugar de limitarse a poner números en un algoritmo.
Los valores con una mayor proporción de inversores de corto plazo experimentaron reacciones más negativas a los incidentes, presumiblemente porque estos inversores estaban menos centrados en las implicaciones del historial ASG de una empresa en su poder de ganancias a largo plazo. Los inversores a largo plazo parecieron anticipar mejor los futuros conflictos y vender los valores de alto riesgo.
¿Cómo pueden los inversores utilizar esta información?
Esto nos dice que, al evaluar los conflictos menores o mayores, deberíamos centrarnos en la causa principal más que en la causa inmediata.
Por ejemplo, los detalles de la retirada de un producto importan menos que si indican una cultura de búsqueda del crecimiento a expensas del control de calidad.
Tras una controversia, debemos exigir a las empresas que demuestren qué han cambiado para evitar nuevos incidentes, y exigirles que rindan cuentas.
Y creemos que, al construir una cartera de inversión, las empresas clasificadas como «en proceso de mejora» deberían, en igualdad de condiciones, tener una menor ponderación para reflejar su mayor perfil de riesgo y la mayor incertidumbre sobre el potencial de los beneficios a largo plazo.
Katherine Davidson, gestora de renta variable global e internacional de Schroders