Ya estamos en 2020. Durante más de una década hemos estado oyendo esta fecha asociada a un horizonte, el Horizonte 2020 que es como se denominó al octavo programa marco de investigación e innovación en Europa
Reconozco que empecé a escuchar el 2020, normalmente como anglicismo veinte-veinte, hace unos diez años y asociado a una voluntad por hacer más Europa, algo con lo que siempre me he sentido más que a gusto. Ahora, el camino hasta ese horizonte ya lo hemos andado y toca, por tanto, revisar el camino andado y, sobre todo, fijarnos nuevos horizontes como individuos y como sociedad.
El nuevo horizonte colectivo, fijado para el año 2030 ya se ve un poco más cerca, y está asociado de forma irreversible al desarrollo sostenible. El enorme —y acertado— esfuerzo de las Naciones Unidas por poner sobre la mesa la Agenda 2030 ha servido para que Europa, España y Aragón dirijan todos los esfuerzos en una misma dirección. Esto me lleva, y podría resumir así esta tribuna, a insistir en la pertinencia de instanciar la Agenda 2030 a nuestra propia realidad de cada uno.
Cuando Juan Royo Abenia me invitó a escribir para este foro, pudimos hablar sobre varios temas tranquilamente. Esto en sí ya es un lujo. En esta conversación salió uno que a mi me interesa especialmente: la necesidad de trascender modelos de evaluación en una sola dimensión. Muchas veces todo se reduce a una dimensión, la económica, y también muchas veces se discretizan las posiciones dejándolo todo en 0s y 1s, en blanco y negro. Pero la verdad es compleja, afortunadamente. Como el propio Juan, trabajamos distintos aspectos de la vida, incluidas las ramas profesionales, balanceando aspectos muy variados. De igual forma que sería necio evaluar a una persona exclusivamente por el dinero que tiene, no podemos autolimitarmos y evaluar a las empresas, o a las prácticas comunitarias, por el dinero que tienen. Que la Fundación Cotec incluyese en su definición de la innovación que ésta es aquello que genera valor no-solo-económico, ayudó a consolidar esta idea en los países de habla hispana. En otra escala, que la Agenda 2030 explicite la imprescindible integración del crecimiento económico, el bienestar social y la protección del medio ambiente, es un hito que lo impulsa a nivel global.
Por el tiempo que llevo trabajando con la Agenda 2030, una de las cosas que me parecen más interesantes es que los 17 ODS son un marco de trabajo único, un nuevo lenguaje común compartido que ayuda a evaluar, a comparar y a comunicar con mayor eficacia lo que se hace desde distintos frentes. Otro logro importante es, precisamente, el llamado universal que trasciende a grupos concretos — tradicionalmente se ha entendido la vigilancia por la sostenibilidad como algo de ambientalistas u ONGs — para que cada parte haga lo que pueda. A cada uno hay que exigir lo que le corresponde, en función de su capacidad o competencias, pero todos debemos auto exigirnos algo. Todos debemos tener muy presente los retos globales, el marco holístico y la visión a largo plazo, desde nuestro ámbito de actuación concreto en nuestro día a día. No podemos delegar, ni tampoco dejarlo para más adelante: vamos tarde pero estamos a tiempo si hacemos mejor las cosas entre todos.
Por lo tanto, no se me ocurre reto colectivo más trascendental que hacer todo lo posible para cumplir los 17 ODS. Como tampoco se me ocurre otro reto personal más apasionante que ser el Comisionado para la Agenda 2030 en el Gobierno de Aragón. Con el liderazgo y el mandato de la máxima autoridad política de la Comunidad, el Presidente, estamos impulsando una batería de medidas y de políticas palanca que, espero, estén a la altura de las circunstancias y, especialmente, a la altura de los grandes referentes que tenemos en Aragón en los ámbitos empresariales, sociales o ambientales. Espero igualmente que aún más agentes se sumen y utilicen los 17 ODS como brújula para guiarnos entre las grandes tendencias globales. A partir de una cooperación necesaria y movilizadora de recursos para que la transformación sea justa y exitosa, y entendiendo los ODS como una oportunidad de crecimiento responsable, podemos situar a Aragón la cabeza de España y de Europa. Nos comprometemos a estar en la vanguardia de las políticas públicas regionales en frentes como los sectores productivos estratégicos, o en la reconversión del modelo energético. A la vez debemos reforzar nuestras mejores políticas sociales, de sanidad o educación, para que Aragón sea en 2030 el mejor lugar para vivir el mundo. Viendo la respuesta de todos los aragoneses, no podemos estar más esperanzados, orgullosos y decididos, aunque no satisfechos a seguir trabajando hacia ese horizonte que no está tan lejos.